A finales de la Edad Media surge en Europa Occidental por parte de los grupos nobiliarios un interés cada vez mayor por los ideales caballerescos que se manifestará principalmente en el desarrollo de un género literario nuevo: los libros de caballerías, en la celebración de torneos y justas y en la fundación por parte de reyes y nobles de órdenes o cofradías de caballeros que se regían por la demostración del valor en las armas, la lealtad y la cortesía, estableciéndose así un concepto muy definido de caballero ideal.
En Castilla se crea en 1332, por parte del rey Alfonso XI, la Orden de la Banda, sólo superada en antigüedad por la Orden de San Jorge, que había sido fundada en Hungría tan solo unos años antes.
En su origen se trató meramente de una distinción que se otorgaba a aquellos caballeros que habían sobresalido en algún hecho de armas contra los musulmanes dentro del contexto de las guerras contra los reinos andalusíes, pero muy pronto su carácter fue cambiando. Los caballeros que pertenecieron a esta orden de caballería (que nada tiene que ver con las órdenes militares tradicionales tanto españolas como internacionales, ni en origen ni en propósito) debían conducirse por los ideales caballerescos de nobleza, cortesía, piedad, fraternidad y particularmente lealtad al rey (punto no poco importante si tenemos en cuenta los difíciles años de la infancia de Alfonso XI marcados por las luchas entre facciones nobiliarias enfrentadas por dominar los años de su minoría de edad).
La enseña que esta Orden adoptó fue la llamada banda real de Castilla: una divisa consistente en una banda en oro sobre fondo de gules mordida por dos dragantes, lobos o dragones, utilizada por varios reyes desde Alfonso XI y que se cree que probablemente tuvo su origen en época remota de los primeros condes de Castilla. Hay quien menciona que esta enseña puede tal vez tener conexión con el símbolo de los lobos a ambos lados del manípulo, propio de las legiones romanas que vinieron a Hispania con Escipión.
Una de las actividades en las que los caballeros que pertenecieron a esta Orden participaban y que pretendían ser un reflejo de esos ideales eran las justas y torneos cuyo ordenamiento estableció el propio Alfonso XI en el momento de fundar la Orden de la Banda y que recogemos aquí sacado del informe hecho por Melchor Gaspar de Jovellanos en 1790: Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España 1 .
Ordenanzas del torneo y de la justa que hizo el señor don Alfonso XI cuando instituyó la orden de caballeros de la banda
(Sacadas de un libro viejo sin principio ni fin.)
– I –
Ordenamiento del torneo
Éste es el ordenamiento del torneo, que declara sobre qué cosas se ha de tomar juramento a los caballeros del torneo y qué son las cosas que han de hacer los fieles.
Lo primero es que los fieles han de catar las espadas, que no las traigan agudas en el tajo ni en las puntas, sino que sean romas y, también, que no traigan agudos los arcos de las capellinas, et tomar juramento a todos que no den con ellas de punta en ninguna guisa ni de revés al rostro, et que si a alguno se le cayere la capellina o el yelmo, que non le den golpe hasta que la ponga, y que si alguno cayere en tierra que le non entropellen; e hanles de decir los fieles que comiencen el torneo cuando tañeren las trompetas et los atabales, et cuando oyeren tañer el añafil que se tiren a fuera et se recojan cada uno a su parte. Et si el torneo fuere grande de muchos caballeros, en que haya pendones de cada parte, e se hobieren de trabar los caballeros los unos de los otros para se derribar de los caballos, que los caballos de los caballeros que fueren ganados de la una parte e de la otra et llevados a do estuvieren los pendones, que no sean dados a los caballeros que los perdieron hasta que el 1 torneo sea pasado. E desque sea pasado el torneo hanse de ayuntar todos los fieles, et con lo que ellos vieren y preguntando a caballeros e escuderos et doncellas, de las que mejor lo pudiesen ver, escojan un caballero de los de la una parte et otro caballero de la otra, cuáles lo fueron mejor et hobieron la mejoría del torneo, e aquéllos den el prez et la honra dello; e en señal desto que lleven dos de los fieles sendas joyas de parte de las dueñas et doncellas que ahí se hallaren para estos dos caballeros, escogidos como dicho es. E si fuere el torneo de treinta caballeros ayuso, que haya cuatro fieles, dos de la una parte et otros dos fieles de la otra. E si fuere de cincuenta caballeros o dende arriba, que sean ocho fieles de la una parte et otros ocho de la otra. Et si fuere el torneo de cient caballeros o más, que sean doce fieles de la una parte et otros doce de la otra.
– II –
Ordenamiento de la justa
Primeramente, que fagan cuatro venidas los que justaren et no más, et si en estas cuatro venidas el un caballero quebrare una asta en el otro caballero, e el otro no quebrare ninguna en él, que haya la mejoría el que la quebrare, et si quebrare el uno dos astas e el otro no más de una, que haya la mejoría el que quebró las dos; pero si el que quebrare la una derribare el yelmo al otro caballero del golpe que le dio, que sea igualado con el que quebró las dos astas. E otrosí, si algún caballero quebrare dos astas en algún caballero, e este en quien fueron quebradas las astas derriba al caballero que las quebró en él, aunque no quiebre el asta que sea igualado con el que quebró las dos astas, et aún que le den más loor. E si un caballero derribare a otro et a su caballo, e el otro derribare a éste sin su caballo, que haya la mejoría el caballero que cayó el caballo con él, porque parece que fue la culpa del caballo et no del caballero, e el que cayó sin caer el caballo con él, fue la culpa del caballero et non del caballo. Otrosí ninguna de las varas o astas quebradas no sean juzgadas por quebradas quebrándolas atravesadas, salvo quebrantándolas de encuentro de golpe. E si en estas cuatro venidas dos caballeros con dos astas o sendas ficieren golpes iguales, que sean los caballeros juzgados por iguales. E si en estas cuatro venidas no se pudieren dar golpe, que juzguen que non hobieron buen acaescimiento. E si se cayere la lanza a alguno yendo por la carrera ante de los golpes, que el otro caballero alce la vara et non le encuentre con ella, ca non haría caballería ferir al que non lleva lanza. E para juzgar todo esto que haya dos fieles, e estos dos, preguntando a caballeros e escuderos et a dueñas et doncellas que allí estuvieren, para mejor juzgar con lo que ellos vieron et con lo que éstos dijeren, así juzgarán estas cosas como aquí está dicho. E después que las justas fueren acabadas, que los fieles que allí estuvieren pregunten a los caballeros, escuderos et dueñas et doncellas que se hallaren presentes, los que mejor lo pudieron ver, quién fueron los que mejor lo ficieron; et con acuerdo dellos el caballero de los de la tabla que fuere hallado llevar la mejoría de la justa, que le sea dada una joya en galardón de los caballeros de ventura; e esto mismo se hará con uno de los de la ventura, porque el que fuere hallado entre ellos haber llevado la mejoría, que los caballeros de la tabla le den otra joya en galardón, como hicieron los de la aventura al que llevó la honra de los de la tabla.
Hoy en día los participantes españoles en los torneos de combate medieval internacionales han adoptado la banda real de Castilla, divisa de la Orden de la Banda, como enseña que vincula esta actividad con nuestra historia.
PARA SABER MÁS:
GARCÍA DÍAZ, I. “La Orden de la Banda” en Archivum Historicum Societas Iesu. Roma 1991 vol. LX
https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/37758/1/Orden%20de%20la%20Banda%20final.pdf
SANZ NUÑEZ, A.C. “La Orden y Divisa de la Banda Real de Castilla”. Sociedad de Amigos de Cogolludo.
http://cristobalcoloncastellano.es/wp-content/uploads/2015/12/orden_de_la_banda_baja.pdf